viernes, 15 de julio de 2011

Los sacramentos no son ritos mágicos



En la práctica sacramental existe siempre el peligro de considerar y vivir los sacramentos como si fueran ritos mágicos. Esto sucede cuando se le atribuye a los sacramentos una eficacia automática, sin tomar en cuenta el comportamiento y la experiencia de la comunidad que los celebra. Por ejemplo, hay personas muy preocupadas porque los sacramentos se celebren de acuerdo al ritual señalado, pero no tienen esa misma preocupación para ver si la comunidad vive la justicia, practica el amor, etc.

Magia es cuando una persona está convencida que si realiza cabalmente un rito y dice sin errores las palabras de la fórmula ritual, entonces conseguirá los efectos que desea obtener. Los sacramentos no son ritos mágicos para ganar la salvación. Pero mucha gente en la Iglesia así los vive.


Los sacramentos nos comunican la gracia


La doctrina de la Iglesia nos enseña que los sacramentos nos comunican la gracia de Dios. Para entender esto debemos tener claro qué es la gracia de Dios. La gracia es la vida de Dios o, mejor dicho, Dios mismo que se comunica como vida y salvación.

La Iglesia también nos enseña que los sacramentos son eficaces en sí mismos. Esto lo dice con una frase en latín: ex opere operato. Y significa que la gracia es un don, un regalo de Dios. Dios nos comunica su vida sin considerar los méritos de las personas. Es decir, Dios nos ama no porque hemos hecho méritos por nuestras obras o nuestras buenas intenciones. Dios nos ama porque es bueno, no porque nosotros seamos buenos. San Juan lo dijo así: "En esto está el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino que él nos amó primero y envió a su Hijo como víctima por nuestros pecados" (1 Jn 4, 10).


Entonces, los sacramentos no existen para hacer méritos y ganarnos el amor de Dios, sino para expresar y celebrar ese amor de Dios que se nos da como vida. Esto no significa que podemos cruzarnos de brazos, porque Dios siempre nos ama. Precisamente porque Dios nos ama, estamos comprometidos a amar. El texto de Juan continúa así: "Amemonos ya que él nos amó primero. Si alguien dice que ama a Dios pero odia a su hermano es un mentiroso" (1 Jn 4, 20).



Dios nos ofrece su amor, por eso debemos estar predispuestos a recibir ese amor. La doctrina de la Iglesia lo dice con esta frase en latín: non ponentibus obicem, no poner obstáculos a la gracia de Dios. Dios nos da su amor, pero nosotros debemos recibir ese amor para que no vaya a suceder lo que dice Juan: "Vino a su propia casa pero los suyos no le recibieron" (Jn 1, 11).

Por eso es que celebrar los sacramentos implica la conversión para remover todos los obstáculos que ponemos al amor de Dios. No podemos separar los sacramentos de la vida y el compromiso. Quien recibe los sacramentos debe estar dispuesto a vivir la experiencia que esos sacramentos expresan: Por ejemplo el comulgar con Jesús debe de estar dispuesto a vivir en comunión con los demás especialmente con los que más sufren.




La Iglesia, sacramento de Cristo





El Concilio Vaticano II nos dice que la Iglesia es un sacramento. La Iglesia, pueblo de Dios, es ahora la boca, los oídos, los brazos, los pies y el corazón de Jesús que sigue recorriendo los caminos del mundo para anunciar el reino de Dios, para escuchar el clamor de la humanidad y para levantar a los pobres y devolverles la dignidad y la vida. Es decir, que la Iglesia prolonga en la historia la acción liberadora y salvadora de Cristo. De esta verdad podemos sacar algunas consecuencias:
Primera: Si la Iglesia es sacramento de Cristo, tiene que organizarse y actuar de tal manera que la humanidad reconozca en ella a Jesús de Nazaret.
Segundo: La Iglesia es el sacramento de donde brotan los demás sacramentos. Los siete sacramentos deben comprenderse a partir de la sacramentalidad de la Iglesia, eso es, hacer visible y real la presencia liberadora de Jesús de Nazaret.
Tercero: Si sabemos que la Iglesia es el gran sacramento de Cristo, también sabemos que la Iglesia es una comunidad, un pueblo, el pueblo de Dios; por tanto, todo sacramento tiene una dimensión esencialmente comunitaria. El individualismo que se ha metido en la celebración de muchos sacramentos no tiene que ver nada con Jesús, la Iglesia y los sacramentos.


La Iglesia es la comunidad de las personas que siguen a Jesús. La Iglesia tiene un credo, liturgia, siete sacramentos, tiene templos, una organización y una tradición de dos mil años de historia. Pues bien, lo que hace que la Iglesia sea sacramento de Cristo no es el credo, la liturgia, los siete sacramentos, las instituciones ni las tradiciones. Lo que hace que la Iglesia sea sacramento de Cristo es la experiencia del seguimiento de Jesús de Nazaret. Y por supuesto esa fe y seguimiento de Jesús se expresa en el credo, la liturgia, las instituciones. En la medida que la Iglesia, pueblo de Dios, sigue hoy en la historia, en medio de los problemas y esperanzas del mundo, los pasos de Jesús de Nazaret, entonces Cristo se hace visible y transparente.

viernes, 8 de julio de 2011

Los Sacramentos son símbolos




Los sacramentos son símbolos
Un Sacramento es un símbolo. Y el símbolo es la expresión de una experiencia. El símbolo tiene dos elementos: la experiencia vivida, por ejemplo, la experiencia del amor, del perdón; y la expresión externa de esa experiencia, por ejemplo, expresamos el amor por medio de una caricia o el perdón por medio de un abrazo.
Esto tiene dos consecuencias importantes: si no hay experiencia no hay símbolo. Es decir, si Carlos no hubiera vivido y sentido la experiencia del amor por Teresa, el beso no sería símbolo de nada, sería una falsedad. Alrevés, si no hay símbolos las experiencias vividas se quedan a medio camino, no se realizan plenamente. Si Carlos ama a Teresa pero no le expresa ese amor, no lo hace visible por medio de algún símbolo, es natural que Teresa dude que Carlos la quiere.

Los Sacramentos son símbolos de la fe
La fe cristiana tiene que ver con experiencias muy fuertes y profundas: la experiencia del amor de Dios, la experiencia del seguimiento de Jesús, la experiencia del Espíritu y de la conversión a los valores del evangelio tales como la justicia, la solidaridad, el perdón, etc. La fe es comprometerse, pero la fe es también expresar simbólicamente lo que se vive.

¿Qué es un sacramento?
Según Leonardo Boff en su libro: "Los Sacramentos de la vida", el sacramentos se define así; "Sacramento es todo, cuando se lo contempla a partir y a la luz de Dios: el mundo, el hombre, cada cosa, señal y símbolo de los transcendente."
Para la Iglesia primitiva sacramento era de modo particular la historia humana dentro de la que se realiza el plan salvífico de Dios, la acogida o el rechazo de la gracia por parte del hombre."

El Pensamiento Sacramental

"Al contemplar una cosa desde fuera me encuentro con ella, me inclino sobre ella, la manipulo, la transformo, y dejo que la cosa se quede en mera cosa, objeto del usoy del abuso humano. Es el pensar científico de nuestra era moderna. No es malo...
Contemplando una cosa desde dentro, no me concentro en ella, sino en el valor y en el sentido que ella asume para mí. Deja de ser cosa para transformarse en un símbolo y en una señal que me e-voca, pro-voca y con-voca hacia situaciones, reminiscencias y hacia el sentido que ella encarna y expresa.
Sacramento significa, justamente, esa realidad del mundo que, sin dejar el mundo, habla de otro mundo, el mundo humano de la vivencias profundas, de los valores incuestionables y del sentido plenificador de la vida".
L. Boff, Los Sacramentos de la vida, Sal Terrae, Santander, 1995, p. 24.

Los siete sacramentos
El 7 es un número simbólico, es la suma de 3 (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y 4 (los cuatro puntos cardinales, el mundo) El 7 simboliza totalidad, perfección. En todos y cada uno de los sacramentos celebramos el don de la vida, la liberación que nos viene de la resurrección y muerte de Jesús. Y lo celebramos en los momentos fuertes de la existencia humana (nacimiento, juventud, madurez, muerte) y en los tiempos importantes de la comunidad.
La tradición de la Iglesia reconoce en el Bautismo y la Eucaristía los sacramentos principales. Normalmente se ordenan los 7 sacramentos así:

Sacramentos de la iniciación cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía.

Sacramentos de la curación o rehabilitación: Reconciliación y Unción de los enfermos.

Sacramentos del servicio de la comunidad: Matrimonio y Orden Sacerdotal.

Cristo es el sacramento del Padre
El Sacramento principal es Jesucristo. Jesús dijo esto a uno de sus discípulos: "Nadie viene al Padre sino por mí. Si me conocen a mí también conocerán al Padre. Desde ya ustedes lo conocen y lo han visto. El que me ha visto a mí ha visto al Padre" (Juan 14, 6-9) Jesús, con su encarnación, ha hecho visible a Dios. Por Jesús, Dios sale al encuentro de la humanidad y la humanidad puede acercarse a Dios. Jesús es el camino que une a Dios y la humanidad, es sacramento, el sacramento.
De esto podemos sacar dos consecuencias muy importantes: Primero, el sacramento no es un acto de la humanidad para ganarse el favor de Dios, sino que es un acto de Dios para la liberación de la humanidad. La comunidad no se puede salvar por si misma, necesita de Jesús. Y ese regalo de la salvación, la nueva pascua liberadora, es lo que la comunidad celebra cuando participa en los sacramentos.
Segundo, el acercamiento de Jesús hace posible que la humanidad pueda tener la experiencia más profunda: la experiencia de Dios. Ahora bien, esa experiencia sólo es posible en el seguimiento de Jesús de Nazaret. Si no hay seguimiento de Jesús, si no anunciamos hoy el Reino de Dios, si no tenemos compasión de los pobres, si no enfrentamos a los poderosos, si no estamos dispuestos a entregar nuestra vida por la comunidad, entonces no es posible la experiencia de Dios y, por lo mismo, los sacramentos pierden su sentido y significado.

Los pobres y los que sufren son, sacramento de Jesús
Jesús dijo que todo lo que hacemos a los pobres, a él se lo hacemos; y todo lo que les negamos, a él mismo se lo negamos (Mateo 25, 31-46). En definitiva, no seremos juzgados por el número de sacramentos que recibimos, seremos juzgados por lo que hacemos o dejamos de hacer por los pobres y débiles de este mundo. Por eso, decimos que si Cristo es el sacramento de Dios, los pobres son el sacramento de Cristo.