
El Concilio Vaticano II nos dice que la Iglesia es un sacramento. La Iglesia, pueblo de Dios, es ahora la boca, los oídos, los brazos, los pies y el corazón de Jesús que sigue recorriendo los caminos del mundo para anunciar el reino de Dios, para escuchar el clamor de la humanidad y para levantar a los pobres y devolverles la dignidad y la vida. Es decir, que la Iglesia prolonga en la historia la acción liberadora y salvadora de Cristo. De esta verdad podemos sacar algunas consecuencias:
Primera: Si la Iglesia es sacramento de Cristo, tiene que organizarse y actuar de tal manera que la humanidad reconozca en ella a Jesús de Nazaret.
Segundo: La Iglesia es el sacramento de donde brotan los demás sacramentos. Los siete sacramentos deben comprenderse a partir de la sacramentalidad de la Iglesia, eso es, hacer visible y real la presencia liberadora de Jesús de Nazaret.
Tercero: Si sabemos que la Iglesia es el gran sacramento de Cristo, también sabemos que la Iglesia es una comunidad, un pueblo, el pueblo de Dios; por tanto, todo sacramento tiene una dimensión esencialmente comunitaria. El individualismo que se ha metido en la celebración de muchos sacramentos no tiene que ver nada con Jesús, la Iglesia y los sacramentos.
Primera: Si la Iglesia es sacramento de Cristo, tiene que organizarse y actuar de tal manera que la humanidad reconozca en ella a Jesús de Nazaret.
Segundo: La Iglesia es el sacramento de donde brotan los demás sacramentos. Los siete sacramentos deben comprenderse a partir de la sacramentalidad de la Iglesia, eso es, hacer visible y real la presencia liberadora de Jesús de Nazaret.
Tercero: Si sabemos que la Iglesia es el gran sacramento de Cristo, también sabemos que la Iglesia es una comunidad, un pueblo, el pueblo de Dios; por tanto, todo sacramento tiene una dimensión esencialmente comunitaria. El individualismo que se ha metido en la celebración de muchos sacramentos no tiene que ver nada con Jesús, la Iglesia y los sacramentos.
La Iglesia es la comunidad de las personas que siguen a Jesús. La Iglesia tiene un credo, liturgia, siete sacramentos, tiene templos, una organización y una tradición de dos mil años de historia. Pues bien, lo que hace que la Iglesia sea sacramento de Cristo no es el credo, la liturgia, los siete sacramentos, las instituciones ni las tradiciones. Lo que hace que la Iglesia sea sacramento de Cristo es la experiencia del seguimiento de Jesús de Nazaret. Y por supuesto esa fe y seguimiento de Jesús se expresa en el credo, la liturgia, las instituciones. En la medida que la Iglesia, pueblo de Dios, sigue hoy en la historia, en medio de los problemas y esperanzas del mundo, los pasos de Jesús de Nazaret, entonces Cristo se hace visible y transparente.